martes, 18 de octubre de 2011

Ruido Blanco / White Noise de Gabriel de la Mora

Por Kerstin Erdmann

Nada existe, si algo existe no es cognoscible por el hombre; 
si fuese cognoscible, no sería comunicable.
Gorgias

Al comienzo está la figura. En la exposición Ruido Blanco, Gabriel de la Mora (1968, Colima, México) desdibuja la forma hasta llevarla al grado más sutil y minimal de su existencia inicial: la imagen se transforma y se difumina lentamente. Rasgos, siluetas, presentimientos que exploran la ambigüedad de lo figurativo se desvanecen y solamente dejan un rastro de lo que fueron. La obra surge en el momento de borrarla, rasparla o arrancarla, en la negación de lo inicialmente expresado queda la reafirmación del residuo. 
          Omnipresente está el ruido blanco que da el título a la muestra: lo percibimos como un residuo de algo que en algún momento representó la realidad, pero actualmente carece de una forma específica. Actúa como una señal aleatoria cuyos componentes no guardan ninguna relación entre sí, es imposible de comprimir y es independiente a los procesos lineales del tiempo. Se puede ver en la televisión en forma de “nieve” o escucharse como un sonido agudo que resulta de la combinación de diversos sonidos sordos. 
           El tiempo y la minuciosidad son términos implícitos en el trabajo del artista quien, por ejemplo, en un ejercicio interno meditativo escribió durante todo un día en papel sus ideas y pensamientos, para posteriormente borrarlos hasta que no quedó rastro, acaso los residuos de la goma y del grafito en el papel: un vacío, ruido blanco. Así, se fragua el misterio en torno a la imagen, al sugerir lo que pudo ser sin revelar lo que fue.
         De la Mora define al dibujo como un conjunto de puntos y líneas que generan la imagen de una idea o concepto sobre papel. Experimenta con el concepto del dibujo a través de técnicas poco tradicionales: utilizando pelo humano y sintético crea diseños tridimensionales que oscilan entre el dibujo, el arte objetual y la escultura. Meticulosamente inserta pelo tras pelo y post-it tras post-it en blocs de hojas blancas; anuda miles de pelos en un acto meditativo y obsesivo; y juega con el azar lanzando pedazos de acrílico raspado o bolitas de unicel hacia una hoja de papel para configurar los trazos de una nueva obra, alterando así la línea tradicional del dibujo en dos dimensiones.
        En algunos casos, las obras derivan de revistas o fotografías pornográficas; de acontecimientos psíquicos en la búsqueda de espíritus; o de su interés en trabajar con obras apócrifas. El accidente, el azar y la clasificación de procesos y objetos juegan un papel importante en el trabajo de Gabriel de la Mora. Su incesante experimentación con material y forma se ve reflejado en la muestra, de la misma manera en que la representación de la realidad se ve inesperadamente sustituida por una multitud de puntos o líneas, y de frecuencias de sonidos que originan en su obra el ruido blanco.
La serie de borrados comenzó como un ejercicio en la acción de borrar lo ya dibujado, fotografiado o impreso. El trabajo realizado para esta serie le permitió a Gabriel de la Mora explorar el proceso de la creación y destrucción: la permanencia de la huella sobre aquello que se cancela impide la posibilidad de eliminar el rastro. A partir de la repetición de la misma acción, el artista intenta generar un estado “cero”, característica que se ha vuelto fundamental y una de las constantes más importantes en su proceso de trabajo.
         La serie de paredes desprendidas parte de la experimentación y exploración de los fenómenos paranormales: “Esencialmente, me interesa la posibilidad de percibir la presencia de la energía en el espacio a través de la imagen. Trabajé con videntes porque me atrae la forma en la que desarrollan la capacidad de percibir ciertos fenómenos paranormales a través de los sentidos, y considero que dicha capacidad está estrechamente relacionada con el trabajo artístico. La energía es, junto con el aspecto formal y conceptual, uno de los tres elementos que más me interesan de la obra de arte, y los que busco constantemente poner en equilibrio”, explica De la Mora.

            Las piezas surgieron del proyecto “Tonalá 47”, desarrollado en 2006, en el que un par de videntes seleccionaron la habitación que contuviera mayor carga energética en una casa de 1870-1910, aproximadamente. De la habitación se desprendió parte de un muro originando las piezas de esta serie.

      Para la serie de fotografías raspadas, Gabriel de la Mora retiró cientos de pequeños trozos de la imagen de su soporte original. Dejando como resultado una fotografía sin identidad y cuya totalidad únicamente puede imaginarse. Los residuos de papel se conservan como parte de la pieza en ocasiones en pequeños contenedores o dentro del vidrio que enmarca a la pieza.
Fragmentos de fotografía montados sobre papel (políptico)
121 piezas, 173 x 117 x 4 cm
569 X está hecha a partir de una fotografía mexicana de 1940 aproximadamente, la cual fue desprendida de su soporte de papel en 144 pedacitos, mismos que posteriormente fueron colocados en un soporte de las mismas dimensiones que la fotografía original. Las nuevas piezas fueron acomodadas en el orden en que cada trozo de papel fue arrancado, y éstos en el lugar que les corresponde dentro de la obra original.
Este es solamente el inicio de la obra: concluirá una vez que los pedacitos de papel hayan sido consumidos por el tiempo y la luz dejando como resultado un gran monocromo blanco.
            Para esta serie de fotografías raspadas el artista tomo imágenes pornográficas de mediados del siglo XX y las desmembró arrancando trozos de la parte central de la imagen, la que encierra todo el contenido erótico, cancelando así su función original.
           En el caso del video, aunque aparentemente la imagen se reconstruye poco a poco, la desaparición inmediata de las piezas impide ver la fotografía completa, obligando al espectador a recrearla en su mente para lograr dicho objetivo.
       Para la serie de imágenes pornográficas arrancadas, el artista pegó distintas hojas de revistas de este género, así como de algunas de arte, para después arrancarlas en trozos con la intención de que el texto y la imagen se convirtieran en una abstracción mediante un proceso de destrucción.
"1,698 bolitas de unicel fueron pegadas una por una por el artista para crear una imagen monocroma que, gracias al juego de luz y sombras en la pequeña estructura, se crea una textura visual que invita a la observación y al tacto.

Créditos:

+Primera imagen:Ruido blanco, 2011 Lápiz borrado sobre papel +Segunda imagen: 1,698, 2011  Bolitas de unicel sobre papel 30 x 41 cm, c/capelo +Tercera imagen:MMI, 2006 Pared desprendida y montada en un bastidor de madera +Cuarta ImagenM.G. 1, 2011 Minas de grafito de 3mm y acrílico sobre tela/madera +Quinta imagen:T.P.12, 2011Fotografía del siglo XX intervenida +Sexta imagen: Art in America April 2005 No. 4 p. 119, 170 y 173, 2011Hoja de revista arrancada y pegada.

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